La cabeza del caballo (o el caballo maltés)
Nota del autor:
Para disfrutar al máximo de esta hiper-ficción detectivesca los invito a que lean el texto con una voz aguardientosa y cansada. Todo está en escala de grises y la música ambiental perfecta es aquella tipo Flm Noir como aquí se ejemplifica. Disfruten de esta aventura del detective Dionisio Borunda (el cual por cierto odia su nombre y prefiere que lo llamen solamente Dio).
Todo aquí se veía blanco y negro, no sé si era que mi miopía me estaba dejando ciego como un topo, o era porque ya me había fumado casi 2 cajetillas de Delicados, esas grandes que traen 25 cigarros, la pura onda. Era una tarde sin trabajo, nada qué hacer, esos tiempos muertos que aumentan mi consumo de tabaco y que eventualmente me obligan a darle unas chupaditas a la botella de wisky. Cómo odio esa expectativa. Soñaba con un mundo llamado Internet, una disparatada quimera donde todo el conocimiento estaba disponible para todos, donde cualquier cosa podría ser encontrada, donde no necesitabas más que ordenarle a una operadora a través de un teclado lo que querías encontrar; pero qué imaginación la mía. Deseaba que ese sueño fuera real, qué bien me serviría ahora, podría ver un par de películas para adultos sin tener que ir al inmundo cine porno que está a la vuelta. Últimamente todo me parecía inmundo y más aún sería que ese sueño llamado Internet nos quitara a los detectives el poco trabajo que tenemos...Basura.
La vida es un cliché, paso a paso vamos rotando en una suceción de eventos determinados que son los mismos pero a cada uno se le presentan de manera distinta y al final los resultados y consecuencias son más o menos iguales. Cual cliché de película, justo cuando estaba a punto de irme a tumbar en mi cochino departamento llamaron a la puerta, y cual cliché, era una atractiva rubia, se veía abatida, triste, casi podría decir desconsolada. No hubo necesidad de invitarla a pasar ya que ella hizo lo suyo, se sentó de inmediato delante de mi escritorio y arrojó un fajo de billetes antes de empezar a hablar. Jamás había visto tanto dinero junto, si no estuviera tan amargado mi cara hubiese dibujado una enorme sonrisa.
-Ando buscando algo y necesito al mejor, por eso estoy aquí.
-Me halaga que implícita en su oración me dé tan inapropiado título.
Al parecer ella no estaba de humor para mi falsa modestia y palabras domingueras, después de un breve e incómodo silencio agregué -Dígame, qué está buscando y estoy seguro de que lo encontraré.
-Estoy buscando al caballo maltés...
Mierda...¿Por qué siempre es un bicho maltés? ¿Qué maldita obsesión tienen las mujeres con esas cochinadas? Una vez más los clichés se burlaban de mí. Quizá debí haber estudiado física como el tío Alberto o debí haberle hecho caso a mi abuela y me hubiese dedicado al seminario...¿Qué chingados es maltés? Al menos esta vez, no era un poodle...
-Detective -su llamada de atención me sacó de mis cavilaciones-. Puede o no ayudarme con este caso; puede ver que el dinero no es un problema.
-Tomaré el caso señorita pero necesito primero su nombre y segundo, toda la información que me pueda dar acerca de ese caballo maltés.
-Samantha -dijo ella bajando los ojos y de inmediato me empezó a relatar todos los detalles-.
Pasamos más de una hora conversando sobre los datos relacionados con el caballo y poco a poco desaparecía la tristeza de su rostro, al cabo de unos minutos aceptó fumarse un cigarro conmigo y cuando no hubo nada más que decir apunté un par de líneas en mi Moleskine, tomé mi revólver, mi sombrero de segunda y mi muy remendada chaqueta larga.
Acompañé a Samantha a su muy lujoso auto, su chofer me miró con repugnancia (típico de la servidumbre de la época) y me enfilé al centro, a buscar pistas sobre el paradero del caballo maltés. De joven, mi fiel compañero Vidaurry me enseñó a medir mi tiempo y distancia a través de cigarros. No contábamos kilómetros o minutos, cuando nos preguntaban sobre un lugar respondíamos "está a 4 cigarros de distancia a partir de este punto".
6 cigarros después llegué al centro, un auto casi me atropella en la calle de Motolinía y cuando me volteé a rementarle su puta madre lo que vi me hizo olvidarme de todo mi soez vocabulario. Pese a la oscuridad de la calle mal alumbrada pude ver una especie de monograma en la parte trasera del auto, un caballo.
Además de un cliché esto fue una coincidencia, dibujé el símbolo en mi Moleskine lo mejor que pude y decidí darme una vuelta por la biblioteca para buscar información. Se me hizo tarde en aquel recinto y un afeminado bibliotecario me pidió amablemente que me retirara porque ya iban a cerrar. De regreso a casa, no me pude sacar el símbolo de la mente; me sentía como un expedicionario de principios de siglo hurgando en una tumba de algún faraón, tratando de codificar los jeroglíficos de la cámara sepulcral. Si tan solo pudiese preguntarle a alguien acerca de lo que vi, si tan sólo pudiera mostrarle a alguien mi dibujo. qué lástima que tenga que esperar hasta mañana, no creo que alguien reciba con gusto a un sujeto como yo a las 3 de la madrugada. Oh Internet, ojalá fueras real, todo sería sencillo...
Soñé con caballos, Samantha montaba sobre ellos, después yo montaba sobre Samantha...Abrazaba un caballo decapitado mientras el bibliotecario paseaba la cabeza en un auto descapotado, como el que casi me arrolla. Algo me había afectado me había afectado seriamente. En la mañana después de un duro despertar me bañé rápidamente y desayuné un pan con café y cigarro, el desayuno de los campeones.
Abordé el tranvía que me llevaría a mi siguiente destino: el Hipódromo. No había pierde, forzosamente encontraría caballos ahí, o alguien que supiera de ellos. Después de pasearme un rato entre las caballerizas y preguntar a adolescentes inútiles sobre el símbolo en mi libreta, mi investigación no había avanzado un carajo. Afortunadamente se apareció un hombre a lo lejos, estaba entrenando un joven potro, por su expresión de hombre importante y por su cabello cano pude deducir que ese hombre podría saber algo.
-Saludos amigo mi nombre es Dionisio Borunda y quisiera hacerle unas preguntas.
-Mucho gusto oficial, yo soy Jhon Wilsher ¿en qué puedo ayudarlo?
-Quisiera que me dijera lo que sabe de este símbolo.
Al mostrarle la libreta el tipo hizo una mueca de dolor, de dolor del alma, y lentamente me contó su historia. Era un criador de caballos que había sido llevado a la ruina porque usaba ese mismo logotipo, al parecer unos hombres destruyeron su granja y le pidieron que no volviera a usar el símbolo. Curiosamente, lo había visto algunos años después como insignias en algunos automóviles de alta línea. Después de su caída, Jhon había encontrado empleo en el hipódromo manteniéndose con un bajo perfil, ya que él siempre se sentía vigilado. Me dijo además que jamás había escuchado hablar sobre un caballo maltés, no era una raza de caballo al menos.
-Muchas gracias Jhon, no te preocupes, jamás te vi y jamás me viste. Cuídate y lamento lo que pasó.
-Tendré cuidado.
El experto no tenía pistas, fue cuando tuve que llamar a Samantha e informarle de mi situación; no saben cuanto odio usar estos teléfonos de monedas, ni siquiera son como esas bonitas cabinas que ves en las fotografías. Dentro de mis sueños he visto que la gente trae teléfonos personales, de alguna manera y sin necesidad de cables, la gente se llama donde quiera que estén, cada persona tiene un número único consigo, ojalá eso fuera real, me ahorraría tantas molestias con estos pinches teléfonos de moneditas.
Samantha me respondió de manera fría y distante, creo que se estaba decepcionado de mí, por lo pronto no puedo hacer mucho más, quizá en un par de días pueda encontrar una respuesta. Al colgar me sentí un poco decepcionado de mí mismo, no entiendo por qué, jamás me había pasado algo así, generalmente jamás hay empatía con mis clientes, sólo es un negocio una simple transacción.
Unos días después mientras caminaba por las calles pude ver un auto con el mentado símbolo del caballo, caminé al auto para preguntarle al conductor acerca del monograma pero se dio cuenta y arrancó, traté de alcanzarlo mientras le gritaba que esperara pero en respuesta recibí balazos. Afortunadamente el conductor falló y yo casi me ensucio los pantalones del espanto, esto se estaba poniendo cada vez más escabroso. Tuve que ir al bar y me encontré con algunos de mis viejos amigos, también detectives, a veces músicos de una banda de jazz llamada "Reverb Gun". Les comenté sobre el símbolo y empezaron a desarrollar teorías, entre las cuales se decía que el símbolo representaba una asociación de charros, un club de ajedrez profesional o una logia secreta. Nuestra reunión acabó como de costumbre: en una borrachera de épicas proporciones.
Más confundido que el día anterior desperté con una tremenda resaca, lo único que pude hacer fue tomarme un par de Aspirinas y beberme un vaso de bicarbonato con limón y azúcar, ya la cruda pasaría pronto. Con calambres en el estómago y un malestar que me pegaba en todo el cuerpo llegué en calidad de bulto a una bodega de la agencia VW. A tientas me deslicé por la puerta y dentro pude ver un lote de autos nuevos, de lujo todos ellos, autos bellísimos con los que un tipo como yo sólo podía soñar. Había encontrado la pista, mi estado alterado me había llevado a aquella bodega donde todos esos autos estaban marcados con el símbolo de la cabeza del caballo. ¿Qué rayos significaba todo esto?
Al parecer la bodega estaba deshabitada y ya estaba cómodamente fumando un cigarro para pensar cuando 4 tipos armados salieron de las sombras. Era demasiado tarde para cualquier cosa, me resigné a jalar el humo de mi cigarrillo quizá sería la última vez.
-Lamentablemente se ha metido donde no lo llaman señor Borunda -fue lo que dijo el líder de esos hombres, era un sujeto ya mayor y más menudo que los otros 3 que más bien parecía gorilas descerebrados, otro maldito cliché-.
Los gorilas me atraparon, no sin golpearme antes y me ataron, me metieron en uno de esos elegantes autos, me pusieron un costal negro en la cabeza y arrancamos. Estuvimos alrededor de una hora hasta que me bajaron y me metieron en un cuarto en el que había otra silla. Mi sospresa fue grande que cuando al quitarme la bolsa vi junto a mí amarrada en otra silla a Samantha, en ese momento supe que todo estaba perdido... y todo por un pinche caballo maltés.
Comentarios
Esa banda de jazz y a aveces detectives, Reverb Gun, suena interesante jajaja
Genial, quiero leer más
xoxo