Requiem

Estaba jugando Halo: Reach cuando cerca de las 2 de la mañana llegó una llamada. Papá contestó, breves palabras, súbito silencio; la abuela había muerto...

No lo esperaba, no lo veía venir, sin embargo papá estuvo intranquilo todo ese día, no pudo estar quieto, hubo una premonición. Tal vez la preocupación de que mi abuela había estado deprimida desde hace meses y de que dos días antes de partir pidió que la llevaran a su casa, al Rancho Casablanca.

Por motivos geográficos, económicos, logísticos, laborales y demás me fue imposible asistir a las pompas fúnebres; por un lado fue un alivio y no lo tomen a mal pero bien saben los que me conocen que para mí los temas relacionados con la muerte son muy íntimos y muchos no comprenden o comparten mi visión sobre ella. En fin, cuando me enteré sentí como si algo implotara en mi interior, aguanté dos segundos y en lugar de brotar lágrimas de mis ojos, brotaron palabras de mi boca: un haiku.

Llama se extingue
Con nostalgia contemplas
Premoniciones

No dormí esa noche, parte por la noticia, parte por preparar todo para que papá pudiese partir al Casablanca. No pude evitar pensar que hacía menos de un año que había visto a mi abuela por última vez, que la vi sana y contenta, que la vi como desde mi infancia la había visto, jamás cambió para mí, siempre fue la misma...

Abuela, tal vez no haya sabido mucho de ti, tal vez nunca hayamos conversado sobre tu origen, tu estirpe, tu linaje, tu historia; sin embargo al menos conozco tu legado, porque soy parte de ese legado. Cuando estaba en el Casablanca contigo era como detener el tiempo un instante, un microcosmos donde circulaban las estaciones una tras otra en un eterno segundo, mientras que afuera un mundo corría vertiginoso.

Jamás olvidaré esas tardes sentados en el tejaban, al lado del Bobby y La Pulga escuchando pasar el viento, mirando las delgadas nubes, sintiendo el calor del Sol de aquellos veranos tan breves pero interminables. Jamás olvidaré tus manos tibias al abrazarme, al persignarme; no olvidaré tampoco tu voz aguda, tu curiosa mueca al sonreir cada que decía una ocurrencia, tu fácil llanto en los reencuentros y despedidas ni tu versión de la Caperucita Roja que me contabas antes de dormir en esas frías noches.

Sueño con Casablanca, sueño contigo, el inmenso campo a mis pies, cuando corro hacia un árbol que jamás alcanzo pero al dar la vuelta estás tú, como siempre fuiste para mí y yo como siempre fui para ti: ese niño en overall rojo, que no se cansaba jamás. Me das tu tibio abrazo una vez más y me llevas dentro, abres la alacena y se dispersa ese olor a piloncillo, sacas los ingredientes e instrumentos y preparamos tortillas de harina y soy feliz, vivo feliz y me siento seguro en ese microcosmos que juntos construimos, donde no hay dolor, donde no hay miedo, donde una eternidad es un instante y un segundo dura por siempre.

No digo adiós, porque jamás te has ido y porque jamás lo harás, porque así como acepto que La Muerte reclamará a todos los que amo algún día, sé que ni ella, ni nadie, ni nada podrá arrebatarme los tesoros que juntos encontramos y sé que ni ella, ni nadie, ni nada podrá cortar los lazos que nos unieron, nos unen y nos unirán. Así como la Luz desgarra las Tinieblas hallarás tu camino a través de la oscuridad...
Y con las últimas lágrimas, un haiku:

Somos las Plumas
Que juegan en el Viento
Unos instantes