Tomates, sueños, ilusiones.
La noche se acercaba a esa hora en la que extrañas culpas y melancolías toman por asalto los pensamientos de los que llevábamos tiempo fumando. Las últimas palabras de la más reciente conversación se habían desvanecido hace rato, ya no hacían eco. El silencio se rompió cuando mi amigo Píldora dijo -hoy que regresaba del mercado aplasté un tomate que se fue al fondo de la bolsa, me sentí muy mal, muy triste, no lloré pero sentí una profunda decepción, una desilusión.
Mi corazón dio un vuelco al ver la sincera melancolía de mi amigo, pero no pude comprender tanto pesar, le pedí que me explicase cómo es que algo tan insignificante podía hacerle tanto daño. -Imagínate cuánto cuidado le dio su mamá, la planta, desde que brotó como una partícula latente. Ya la veo cuidando a sus tomatitos de que recibiesen demasiada luz o mucha agua, la veo protegiéndolos de las aves y de los bichos, hasta la veo enseñándoles cosas para el futuro.
Salsa a la bisabuela, Rwd IX
-Veo a esos tomates grandes y listos, la mano del granjero los toma para enviarlos a su destino final, la mamá planta despide a sus pequeños agitando sus ramas y con lágrimas en su estigmas, esperando que al llegar a la ciudad puedan ser parte de un gran guisado o de una buena salsa y llego yo, todo pendejo y acabo con esas ilusiones, un desperdicio.
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